Va a ocurrir una masacre. Más temprano que tarde.
“Ella” (como Francisco Pizarro en 1532) ni siquiera se tomó el trabajo de averiguar hasta qué límite están dispuestos a llegar los hombres y mujeres de esta región... en defensa legítima de sus convicciones profundas.
No voy a entrar aquí en detalles de los antecedentes técnicos del negocio minero y/o de las consecuencias ecológicas que irresponsablemente están induciendo la Presidente y su representante, la genuflexa gobernadora de la "Pretoría" de Catamarca. Aparte, veremos los peajes que se pagaron.
Lo resumo, exponiendo lo que sigue:
La población, en rebeldía, no sólo tiene razón absoluta. Tiene coraje.
Son gente noble, sufrida, que trabajan de sol a sol. Descendientes de los incas delCollasuyo y con íconos vivientes de esa historia en el Pucará de Aconquija, en Andalgalá... y en el Shincal de Londres, cerca de Belén.
Son ellos mismos, gente de una mirada franca, sin malicia alguna, de una pureza de alma deslumbrante... Seguros descendientes directos de los incas rebeldes de Vilcabamba. Son los que no se rinden ni con el apaleo, ni con el fuego del arcabús. Ni mucho menos con las postas de goma, miles de cuyos cartuchos (calibre 12/70) han quedado ahora desperdigados sobre la ruta 60, en cantidades que llaman la atención.
Mala noticia para ustedes dos, señoras "de escritorio":
Estoy seguro de que, si fuera necesario, esta gente valiente y noble se hará matar por esto... del modo que sea. No le temen a ustedes dos, ni a sus policías pésimamente capacitados.
No han de pedir clemencia, ni aún si los descuartizan.
Y no van a negociar. Confieso aquí mi emocionada admiración por todos ellos.
Flota en el aire un pesado vapor de muerte sobre Andalgalá y Tinogasta. Y, antes de que ocurra algo grave -que aquí estoy advirtiendo-, deben responder por el delito de abuso de poder, por el infame apaleo y por la balacera represiva, tres personas:
La Monarca, la "pretora-gobernadora" y su Ministro de Gobierno.
Curiosamente, los servicios de inteligencia -en casi la totalidad de sus documentos confidenciales- le han advertido al gobierno sobre la probable aparición de varios focos de conmoción interna en la zona. Ni se ocupan de la genética social o del factor coraje, que convierte el lugar en una potencial carnicería.
En las conclusiones módicas y muy complacientes de esos informes, se concentran todas las culpas (como si quisieran halagar el oído de la Reina) en la "instigación de elementos empeñados en la desestabilización del gobierno".
El Gabinete también percibe ese feo clima... en sus propias entrañas.
La región afectada ya no es la misma de antes. Ahora, todos esos hombres y mujeres exhiben una causa más que noble y legítima para luchar y para hacernos ver lo que son el honor y el coraje.
Quien no haya estado allí, y quien no haya visto cómo los apalearon sin razón alguna, quien no haya sido testigo de cómo fueron baleados a mansalva, que me perdone. Pero creo que carece del menor respaldo para hablar del tema.
Quien esto escribe se trasladó al lugar, sólo por un mal presentimiento. Lo he visto todo de cerca... paso a paso. De milagro, no ocurrieron muertes.
A los argumentos justos de este pueblo castigado se agrega ahora el derramamiento de sangre. Y que, en casi todos los muchos casos, como el Inca Atahualpa, después de Pachacútec, deben dar una importancia filosófica ritual a la venganza.
El cuadro se completa con otras singularidades:
La inseguridad pública -hoy, ya completamente salida de madre-, la inflación galopante, las terribles mentiras oficiales y la gran incertidumbre social, representan factores más que suficientes para imaginar que Ella ya no tiene el 54.
En este desgraciado momento de la República, en el que todavía nadie ha advertido la impresionante acumulación de cuentas pendientes con la realidad, que se barrieron bajo la alfombra y que son imposibles de saldar sin sufrimiento para el pueblo, todos, en el poder central, son eso: depredadores, caníbales y, básicamente, aventureros.
Únicamente un aventurero puede haber dejado que castiguen de ese modo a un pueblo de la más explícita dignidad humana y del alma más buena.
La vocación de este par de señoras aventureras es paradójica:
Se trata de la vocación de "no tener vocación".
Es la vida a salto de trinchera. Una trayectoria compuesta solamente de episodios fragmentados. Son hilos zigzagueantes de existencia, que no forman finalmente una trama concreta.
La mujer que dirige nuestros destinos presenta, además de aquellas “virtudes”, otras dos... particularmente peligrosas:
La hipocresía y la inescrupulosidad.
Para ella, si hay que destrozar una gran parte de la institucionalidad del país para lograr sus fines, mintiendo y arrastrándonos a todos hacia la peor aventura, pues cualquier herramienta le ha de resultar buena.
No tendría, por ejemplo, el menor cargo de conciencia, en irse a su casa con depresión, cuando muera gente en Catamarca o La Rioja... Usando su debilidad de mujer para luego convertirse en víctima.
Mentir y falsear es una necesidad casi fisiológica de su conciencia.
Para ella, a diario, debemos morir en una vida, para renacer en otra.
Ella es incapaz de representarse su propio futuro. Mira al porvenir -aún al más inmediato- y no ve nada.
Por eso, carece de vocación.
Esa misma incapacidad para representarse el porvenir impide que se desarrollen racionalmente los frenos a su compulsividad. Y esa compulsividad, abandonada a sí misma, crece.
Esto sí que es el aventurero: un compulsivo y, sobre todo, frente al vicio. La luz de la virtud lo deja ciego.
Es fotofóbico a la virtud, al mérito, a la nobleza y a la dignidad humana.
No reflexiona, por cuanto reflexionar no es sino imaginar con detalle el futuro... vivir de antemano.
La inescrupulosidad del aventurero procede, en buena medida, de que no logra representarse los peligros y, muy especialmente, su propia suerte del día siguiente. Y, en ese viaje hacia la nada, nos lleva tragados a todos.
La compulsividad es, pues, el factor que crea mecánicamente los destinos del aventurero. Su vida es una serie espasmódica de disparos automáticos, que sus impulsos van ejecutando.
Con total desapasionamiento, es hoy mucho más fácil predecir que estas dos señoras van a encontrar un final turbulento, que pronosticarles el más pequeño bronce bruñido para su posteridad.
Es absolutamente improcedente e ilegal y, claramente, resulta demencial la represión ejecutada en Tinogasta. Lo propio se aplica a los aprietes de Andalgalá.
Y llama muchísimo la atención el silencio de la oposición, de la Justicia y de numerosos medios de comunicación.
Los episodios que hasta ahora han salido a la luz, siendo -como deben ser- una mínima parte de lo que se viene, lucen realmente de una torpeza tan infame y de una ilegalidad tan evidente, que sólo la íntima convicción de sentirse impunes les ha permitido perpetrarlas.
Puede adivinarse el fogonazo del último fotograma.
Flota la muerte en Tinogasta y Andalgalá. Y si, milagrosamente, no ocurre desgracia alguna, la represión ya consumada deberá ser juzgada.
A los descendientes de los Incas, no los vencerán jamás.
Estas dos señoras deben estar previendo el momento traumático de su autocolapso. Y por eso, construirán un torbellino de confusiones para mantenerse aferradas. Va uno a saber por cuál canon externo a los compromisos con las empresas mineras.
Por eso es la represión.
Las empresas les dicen: "Nosotros ya pagamos; sáquenme esta gente de la ruta de inmediato".
Puede adivinarse muy fácil el fogonazo que coloreará el último fotograma.
Con el extraordinario y noble pueblo de incas del coraje de Vilcabamba amurallado aún en su indefensión, no habrá mucho margen para soportar que el gobierno de estas dos señoras siga degollando vidas y haciendas.
Esto es, pues, todo lo que se prefigura hacia delante, en una rara sucesión de fotogramas que jamás (ni en sueños) puede terminar bien.
Estas historias nunca terminan bien. Ya se ha derramado sangre.
No importan aquí los estigmas individuales, porque eso es lo efímero. No importa la marca en la piel de los héroes de Tinogasta, ni la ruina personal de todos los siervos de la Corona que los han castigado en forma absolutamente cruel...
Ya ni siquiera sirve mencionar a la Gobernadora y su Ministro de Gobierno, mercaderes ambos de las vidas humanas, quienes queman incienso cada noche con las astillas de su propia dignidad.
Eso, en verdad, importa poco.
Importa sólo que alguien con un mínimo de hombría se dirija hacia Catamarca, para evitar una masacre. Que lo haga ya mismo.
Y que no debamos lamentar ese el último fotograma de la represión que esta ideóloga de la escoria social nos va a dejar cuando se vaya.
Por el Lic. Gustavo A. Bunse, para El Ojo Digital Política
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Twitter: http://twitter.com/gabunsePor el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política
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