Que las Malvinas son argentinas lo hemos escuchado desde chiquitos. Los piratas ingleses se las apropiaron en 1833. Pero los argentinos, generación tras generación, obsesivamente las seguimos reclamando. Todo argentinito ya nace con un gen que lleva inscripto “Las Malvinas son argentinas”. Desde aquella rapiña imperial han pasado muchos años. La humanidad ha progresado mucho, y se nota en múltiples aspectos. Por ejemplo: la palabra pirata ya no evoca las novelas de Salgari o viejísimas películas de Clark Gable, Errol Flyn, Douglas Fairbanks, o Charles Laughton.
Hoy en día el término encarna en otro tipo de personaje. Los piratas actuales son mucho más sutiles y muchísimo más eficaces, pues actúan con la Ley a su favor. No se los ve, se han vuelto invisibles para el común de la gente. Logran que nuestros ojos no los caractericen como los piratas que realmente son. Hoy en día usted no verá la pata de palo, el garfio, el parche en el ojo ni la bandera negra con la calavera sobre las tibias cruzadas. Si usted les saca una foto no aparecerá la imagen clásica. En la foto se observará serios hombres de negocios vestidos con distinción, verá la imagen satisfecha de empresarios exitosos.
En Fiambalá, a diferencia de las Malvinas, podemos ir a las Termas sin pasaporte, disfrutar de sus bellezas, de sus aguas curativas, sin apreciar diferencias de soberanía territorial. La mayoría del pueblo argentino y los mismos fiambalenses ignoran que las Termas de Fiambalá ahora pertenecen a un nuevo país, creado hace algunos años por argentinos vendepatrias. Es un amplio territorio con soberanía propia, ubicado entre Chile y la Argentina. Los nuevos dueños son los empresarios de la megaminería, los superpoderosos piratas modernos. Este “nuevo país” abarca un ancho de unos 200 kms de promedio (entre 15 y 150 kms del lado chileno, y entre 20 a 220 kms del lado argentino) a lo largo de la Cordillera de los Andes. La intención es extraer legalmente (robar con leyes entreguistas previamente creadas) a Chile y a la Argentina, el oro, cobre, plata, plomo, molibdeno, uranio, zinc, estaño, litio, níquel, cobalto, potasio, etc., todos los minerales críticos, estratégicos y esenciales, toda la riqueza mineral que alberga nuestra cordillera. El plan fue elaborado en el Norte hace algunos años. Como los minerales se están agotando en el planeta, y el primer mundo posee un alto nivel de vida, un excesivo consumismo irracional que no piensa reducir, pero a la vez cuida mucho mejor sus territorios que nosotros, les queda bien a las empresas extraer aquí “sus” materias primas, que casualmente son “nuestros recursos naturales”, mejor dicho, “nuestros bienes comunes”. Para no tener fastidiosos problemas de rechazo popular, el saqueo debía presentarse al público argentino y chileno como un exitoso acuerdo con las empresas multinacionales para beneficio de nuestros países. “Argentina for sale”, ha sido el slogan propagandístico esgrimido mundialmente. Hoy somos todo un éxito en exportaciones mineras. “Estamos dentro de los Top Ten”, proclama entusiastamente el Secretario de Minería de la Nación, Jorge Mayoral, sanjuanino al igual que el gobernador José Luis Gioja, no por casualidad. Y sacan pecho orgullosamente para que nadie se dé cuenta de nuestro destino de factoría proveedora de materias primas, sin valor agregado. El “boom minero argentino”, que comenzó en la era menemista, consiste en la invasión de empresas multinacionales favorecidas por enormes beneficios y facilidades de explotación que hace que se lleven todo prácticamente gratis, o peor aún, que le paguemos para que se lleven los minerales, gracias a los reintegros a las exportaciones no tradicionales. Consumen enormes cantidades de energía y de agua, a los que no consideran insumos, y nos dejan de regalo la contaminación, destruyendo nuestro medio ambiente y la biodiversidad. ¿Cuál es el consumo de agua de La Alumbrera?: “Cien millones de litros de agua potable fueron y son envenenados diariamente en una provincia que, geográficamente, se encuentra en una zona semidesértica. Paradójicamente, la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, con sus más de doscientos mil habitantes, consume treinta millones de litros diarios de ese vital elemento”. Los estudios previos realizados por YMAD, por catamarqueños, para no perjudicar el caudal del río Santa María, eran distintos: “La extracción y conducción se la determinó en no más de 30 metros cúbicos por minuto, lo que equivaldría a 44.000 metros cúbicos por día. Reitero, no más de 44.000 metros cúbicos por día: ese era el caudal que se podía extraer de la única fuente acuífera para no provocar un impacto ambiental negativo en el Departamento Santa María (…)
No se podía extraer un mayor volumen de agua para no provocar el agotamiento de la fuente subterránea, dado que los estudios preliminares arrojaron un valor de recuperación natural de la misma de 45.000 metros cúbicos por día. Como consecuencia del cambio de proyecto: Se redujo el plazo de explotación, lo que ocasionó un mayor consumo de agua potable y debido a ello un alarmante descenso de la napa freática de la cuenca del río Santa María. La consecuencia fue el resecamiento y desertificación de la capa superficial, apta para el agro y la ganadería.” (pags. 172 y 126 del muy interesante libro ‘El gran despojo’ (año 2008), del Ingeniero Eduardo A. Pastoriza, libro ignorado por los catamarqueños para confirmar que nadie es profeta en su tierra. El Ingeniero Pastoriza fue profesor durante 24 años en la Facultad de Ingeniería en Minas de la UNCa. Sería muy difícil descalificarlo como “ignorante y fanático fundamentalista”, como suelen etiquetar los propagandistas de las multinacionales a los patriotas que se oponen al saqueo y la contaminación.) Las empresas rinden cuenta de lo que se llevan por simple declaración jurada (aunque hay minerales estratégicos que no son declarados y que valen más que el oro), pueden retener el 100% de las divisas obtenidas de la exportación y tienen libre disposición de la producción y de la renta minera. O sea: no existe realmente “exportación” sino simple saqueo. Este saqueo tiene lugar en todo el continente latinoamericano. Somos un país soberano, pero en algunos aspectos funcionamos como semicolonia: es el modelo agrominero-exportador. Porque el actual proyecto “nacional y popular”, a la par de sus buenos logros y aciertos, presenta gruesas falencias en el tema de los recursos naturales.
El publicitado “boom minero argentino” proclama supuestos grandes beneficios para el país, en una gigantesca operación mediática que desinforma al pueblo y disfraza el enorme saqueo de nuestros recursos metalíferos no renovables, con sistemas extractivos depredadores y contaminantes que no son permitidos en los países del Primer Mundo. La búsqueda y conquista de recursos planetarios por parte de las empresas multinacionales no descarta la invasión de otros países, la masacre de poblaciones civiles y la destrucción masiva de pueblos, por parte de los ejércitos imperialistas o de mercenarios, como se ha podido apreciar en Afganistán, en Irak o en el Congo Belga. Pero aquí, en Argentina, no hicieron falta invasiones militares ni métodos violentos: solo el servilismo de gobiernos entreguistas, que les prepararon las leyes necesarias para que la invasión y el saqueo revistiera carácter legal y progresista. Además realizan un eficaz marketing en los medios y el pueblo, desinformado, queda agradecido por el “aporte de capitales, desarrollo social y fuentes de trabajo de la minería responsable”. La actual “fiebre del oro” comenzó en el gobierno de Menem y continúa creciendo hasta la fecha. La legislación vigente es típicamente colonial: la propiedad de las reservas mineras es de las provincias, pertenecen al Estado, pero éste no puede explotarlas, debe cederlas a las empresas privadas, traspasándoles las investigaciones geológicas y los descubrimientos realizados por el Estado. ¿Esto es Soberanía?
Peter Munk (CEO de la Barrick Gold) y Cristina Kirchner |
En general los medios informativos públicos y privados, y las fuerzas políticas oficialistas y opositoras (excepto alguna honrosa excepción como Proyecto Sur de Pino Solanas), presentan el mismo tinte colonial: del saqueo minero y la contaminación no se habla o se lo promociona elogiosamente, porque el negocio de la megaminería funciona gracias a su gran poder de corrupción. Las leyes menemistas de entrega de nuestros recursos fueron planificadas por el poder imperial, en el Banco Mundial y las grandes corporaciones americanas, canadienses y británicas. Esos años presenciaron el desembarco de las megacorporaciones en más de 70 países para apropiarse de nuestros metales con métodos extractivos perversos pero económicos. Es que el motor del criminal sistema económico mundial es la búsqueda de enormes ganancias, la máxima rentabilidad, lo demás es secundario. El pecado de la codicia insaciable es virtud excelsa en los “winners”, en los “triunfadores”. Cuando arriban estas empresas suelen crear expectativas de trabajo y desarrollo, luego, cuando las poblaciones se “avivan”, suele ser demasiado tarde. Por eso, el apoyo a la megaminería saqueadora y contaminante se basa en la ingenuidad, la falta de información o la crasa ignorancia, en la corrupción consciente, no-ingenua , o en el hecho de ser empleado de las empresas. En una fecha adecuada para hacer transfugueadas a espaldas del pueblo, a fin de año, cuando la gente está pensando en las fiestas y vacaciones, un 29 de diciembre de 1997, se firmó el Tratado de Integración y Complementación Minera entre Chile y Argentina, firmado por los presidentes Eduardo Frei y Carlos Menem y así se creó un ‘tercer territorio’ en la Cordillera de los Andes. En teoría el Tratado serviría “para potenciar los lazos y las relaciones económicas entre ambos países”. En la práctica sirve para que las transnacionales mineras puedan saquear nuestros bienes comunes en una enorme área transformada en un nuevo país, con su propia soberanía, leyes, normas y administración. La Cordillera de los Andes ya no es ni chilena ni argentina, pero los pueblos ni se enteraron.
Los bienes comunes pertenecen a los pueblos y deben ser recuperados. Los gobiernos locales fueron cómplices de los planes concebidos por las trasnacionales y el Imperio Global. Varios años antes, sus geólogos recorrían las zonas propicias detectadas por satélite. Geoge W. Bush, el amigo carnal de Menem, era uno de los principales accionistas de la Barrick Gold, la corporación minera de Peter Munk que promovió el Tratado Binacional, personaje de tanta influencia como para hacer que su visita a la presidenta Cristina, junto al gobernador de San Juan, Gioja, produjera el veto presidencial a la primera Ley de Glaciares. La Dra. Teresa Ana Maknis, Lic. en Ciencias Políticas y en Relaciones Internacionales, consultada por el periodista Javier Rodríguez Pardo (“Vienen por el oro- Vienen por todo”) manifestó su opinión sobre el Tratado de Complementación Argentino-Chileno: “No tiene cláusula alguna que respete la ecología y preserve la integridad de los parques nacionales y reservas naturales (…) El Tratado afecta los siguientes parques provinciales , reservas naturales y parques nacionales: la Reserva Biosfera San Guillermo e Ischigualasto (San Juan), Talampaya (La Rioja), Laguna Blanca, Lanín, Copahue y Caviavue (Neuquen), Nahuel Huapí (Rio Negro), Lago Puelo y Los Alerces (Chubut), TERMAS DE FIAMBALÁ (CATAMARCA), Perito Moreno (Santa Cruz), Pismanta (San Juan), El Sosneado (Mendoza), Embalses los Nihuiles I, II y III y Valle Grande sobre el Río Atuel, Los Reyunos sobre el Río Diamante y Agua del Toro, todos en Mendoza. Los ríos sobre los que se construyeron las represas y embalses nacen y trascurren en el área de aplicación del Tratado , con peligro cierto de contaminación de cuencas y embalses por la actividad minera al no existir cláusulas específicas que los excluyan de esta práctica. Las áreas turísticas que se verán afectadas son los Valles Calchaquíes, Uspallata, Cerro Aconcagua, Las Cuevas, Puente del Inca, Vallecito, Los Molles, Las Leñas, Valle Hermoso, Chos Malal, La Pehuenia, Lago Aluminé, Primeros Pinos, y cuencas de los lagos: Ñorquinco, Rucachoroi, Quillén, Tromén (Neuquén); Winter, La Plata-Fontana, Frío, Pico y Chalía (Chubut); Buenos Aires, Pueyrredón, Posadas y San Martín (Santa Cruz). Como está planteado, el beneficio será para los inversionistas y la agresión para nuestro medio ambiente, es decir, para nosotros.” En las altas cumbres se asienta la explotación minera de la Barrick Gold con los complejos Veladero y Lama en el centro de la Reserva de Biosfera de San Guillermo (estatus reconocido por la Unesco).
Para evitarle problemas a la empresa, los legisladores sanjuaninos sacaron una ley que decía que donde está asentada la empresa, ¡justo en el centro!, NO pertenece a la Reserva de San Guillermo. El método ya lo conocía perfectamente Al Capone: es muy importante tener legisladores y jueces amigos corruptos para poder “cumplir con la Ley”. El Tratado no solo afecta al turismo y a las comunidades agrícolas, sino también a la pequeña y mediana minería. La empresa, gracias al Tratado, puede “trasladar” (y destruir) glaciares, desviar ríos, destruir vegas, desaparecer cerros, provocar mayor desertificación por la construcción de miles de kilómetros de senderos y caminos de 35 metros de ancho. El resumen es: despojo irrecuperable, destrucción irrecuperable de las fuentes de agua, contaminación irrecuperable y gigantesca acumulación de riqueza para las arcas empresariales, obviamente también irrecuperable. Para el país queda el orgullo de decir que “La Argentina está entre los Top Ten”. También nos quedan funcionarios corruptos de abultados bolsillos. Así que cuando la megaminería quiera actuar en la zona de las Termas de Fiambalá, lo podrá hacer sin trabas legales, porque los gobiernos entreguistas ya le han cedido el territorio. Al igual que con otros recursos enajenados, el pueblo argentino deberá luchar para recuperarlos, si quiere verdaderamente ponerse de pié como país soberano y superar su estatus de factoría. Mientras tanto, las maestras y maestros locales, cuando se enteren de esta pérdida de soberanía, deberían ir creando conciencia y enseñar a sus alumnos que, al igual que las Malvinas, “Las Termas de Fiambalá también son argentinas”.
Fiambalá - Catamarca
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