sábado, 17 de noviembre de 2012

DARÍO MORENO Y EL FIN DE LA INOCENCIA


Por Luis A. Taborda

Darío Moreno acaba de entrar en la Historia. Hoy, a las tres de la tarde de un día de sol y calor como corresponde a la época del año en Tinogasta. Apenas conocido su trágico fin comenzaron a circular un sinnúmero de versiones de todo tipo, que la gente puso a rodar, con buena o mala fe, tratando de entender, de encontrar una explicación.

No se si hay, si habrá una explicación para todo lo que sucede. Hay cosas que pasan, simplemente, porque una extraña fatalidad coloca las piezas de cierto modo, o porque nosotros los hombres tensamos la cuerda demasiado, y mas allá de cierto limite, esta se corta. Darío vivió intensa, apasionadamente, y murió como vivió, a fondo, haciendo caso omiso a cualquier consideración que lo apartara del camino que él había elegido y creía correcto, incluso del camino último y sin retorno.

He optado en estas líneas, escritas un solo un momento después del desenlace, preguntarme acerca de cual es el legado de un hombre tan particular. Un hombre que se movió siempre en el filo, en el borde del abismo, con sus ideas y convicciones inquebrantables. Reacio a ceder, a negociar, a transar. Frontal como pocos. Corajudo y visceral: no hacia distingos entre enfrentar un camión de 50 toneladas en la ruta, o un fiscal, o un comisario. Paso como una ráfaga veloz por la existencia, como aquellos que los dioses señalan, dejando una estela de solidaridad y humanidad difícil de equiparar. Como persona destilaba ternura, humor, y una lucida aunque emocionada sagacidad que era como su marca registrada.

Darío Moreno
(1972-2012)
En estos tiempos oscuros en que presenciamos tantas agachadas, maniobras inconfesables, subrepticios cambios de opinión, incoherencias a destajo, funcionarios raquíticos de propuestas superadoras, veletas humanas que giran al compás de los intereses en juego, la firme posición de Darío en lo que hace al tema ambiental no podía sino reservarle un lugar único, destacado. Y proveerle de muchos amigos y enemigos. Pero él sabía de qué se trataba pues como gaucho que era conocía palmo a palmo su departamento, por haberlo andado a caballo. Sus cerros, sus quebradas, sus cursos de agua, sus sitios arqueológicos. Y vivía rendido ante la belleza incomparable de los paisajes y la calidad y sencillez de la gente de pueblo. Y tenía, también el don de saber transmitir su convicción y sus experiencias de manera directa, sincera, fuerte.

Con su muerte, hay que decirlo, concluye un tiempo. Un tiempo, estos últimos años, del 2007 a esta parte, que él ayudo a forjar con su ejemplo. Concluye el tiempo de la inocencia en el que podíamos pensar, hablar u opinar casi con liviandad, entre dos cervezas en los bares, o en la plaza, o en la sobremesa de algún asado. Ese tiempo fue. Darío Moreno impuso un compromiso ético, en el sentido de proponernos pensar un futuro distinto y mejor que no incluya, como condición necesaria, la devastación del ambiente y la actitud cómplice, o al menos complaciente ante todo tipo de acuerdos y negociados. Saber honrar su memoria requiere a partir de ahora de toda la fuerza y la lucidez de que seamos capaces. Cada uno de nosotros. Solo así estaremos cumpliendo a carta cabal con este notable tinogasteño que acaba de dejarnos, y que a partir de este día seguramente ha de seguir recorriendo a “tranco manso” los campos y aguadas del más allá.

2 comentarios:

  1. dolor inmenso por la perdida de un gran hombre,de un gran luchador esos que son imprescindibles,hasta la victoria siempre dario,paulafojo

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  2. Lindas palabras del profe Taborda!!
    Siempre estaras vivo en mi corazon y en mis pensamientos. Rocio

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